Recuerdas lo que dije sobre el músculo de la felicidad?
¿Cómo está el tuyo?
El hecho es que los múltiples desafíos de la vida
ponen en prueba cómo esta tu músculo.
Si está activado, fuerte y flexible entonces ningún
desafío te puede quitar tu felicidad. Si está rígido,
débil o atrofiado entonces cualquier desafío te
puede bajonear.
Normalmente tenemos que pasar por un tiempo
de restauración de este “músculo“ hasta que podamos
disfrutar plenamente de la vida con sus regalos
y desafíos.
Es que todos los desafíos provocan sentimientos
desafiados tales como frustración, ira, tristeza y miedo
y normalmente estamos programados para verlos
como sentimientos negativos y por ende percibirlos
como desagradables.
¿Te das cuenta lo que eso hace con tu capacidad
de caminar por la vida?
Imagínate que te hubieran programado desde la niñez
que sentir tus músculos de las piernas es algo negativo.
Si ahora tendrías que subir unas gradas dirías entre ti:
“Ay chuta ¡sentir mis músculos de las piernas no está bien,
que sensación tan negativa y desagradable! Mejor no subo.
Así es como un desafío perfectamente disfrutable
se vuelve una barrera insoportable.
Por ejemplo la vida nos pide poner orden en algún
asunto, pero ya que no sabemos cómo integrar
las iras que tenemos al respecto no ponemos los limites
debidos o explotamos de una forma infructífera.
O la vida nos pide procesar una perdida pero ya que
no sabemos cómo integrar la tristeza quedamos
sumergidos en una depresión prolongada.
A ver: ¿puedes pensar en algún desafío que te está bajoneando?
La situación económica, la falta de comunicación con tu esposo, etc.
“te hace sentir mal“?
No cometas este error. Ningún desafío tiene el poder de automáticamente bajonearte. Todos los desafíos estimulan el sentimiento desafiado correspondiente y si ese sentimiento se puede mover debidamente en ti, vas a poder sentirte bien ante el desafío y vas a poder manejarlo fructíferamente.
Entonces la próxima vez que un desafío “te ponga mal“ no digas
“Me siento mal porque pasó tal y tal cosa” Mejor admite ante ti:
Me siento mal porque mi músculo de la felicidad está débil y
todavía me falta ir al “gimnasio“ para flexibilizar y fortalecerlo.