Todavía recuerdo muy bien como me sentí cuando la doctora me miraba por encima de sus lentes y me decía: „Usted tiene un 70 por ciento de insuficiencia del páncreas. Probablemente ha tenido una pancreatitis oculta. Esto es incurable; va tener que tomar enzimas toda su vida.“
Yo estaba asustado porque eran enzimas carísimas y la perspectiva de padecer toda mit vida de las consecuencias de insuficiencia del páncreas me aterrorizaba. Pero por suerte me podía ayudar con el Samaya. Cuando llegué a casa me retiré a mi cuarto y entré en un proceso usando el Samaya para entrar en un contacto más profundo con mi páncreas. Después de unos minutos empecé a sentirlo.
Primero solo lo sentía como una sensación física, como de un nudo contraído, doloroso y obviamente sufrido. Pero en la medida en que entraba en esa parte mía, ese nudo se iba suavizando y abriendo poco a poco. En un momento dado ya no era solo una sensación corporal, ya no era solo mi páncreas como órgano físico, si no era una parte mía y podía tener acceso directo a ella. En ese instante sentí como mi corazón se inundaba de mucha compasión y amor y desde esa compasión le pregunté a mi páncreas que era lo que necesitaba para curar.
Y la respuesta fue instantánea: necesitaba amor y limpieza. Si, limpieza, porque estaba ahogándose en pesticidas y metales pesados. Eso fue un momento clave porque tras muchas experiencias frustrantes con los “doctores normales“ tenia mucho recelo con la medicina ortodoxa. Pensaba que ellos veían las enfermedades muy aisladas y que en el fondo todas las enfermedades tenían una causa psíquica.
En ese momento comprendí que mi actitud de que “toda enfermedad es psíquica“ también era muy aislada. Era una forma de soberbia de mi mente que no le daba al cuerpo la importancia vital que en realidad tenía. De la postura “materialista“ de la medicina ortodoxa me había inclinado al otro extremo. No había asumido con suficiente profundidad ese hecho obvio que mis órganos tenían sus tareas y necesidades muy especificas y obedecían a leyes naturales que solo se podía sobrepasar pagando un precio.
La actitud de sobreestimar lo psíquico a costa del cuerpo era la actitud de un arquitecto diciendo a sus albañiles: „No se quejen del cemento malo, de las vigas quebradas y del exceso de polvo que lastima sus pulmones: simplemente pongan mas voluntad.“ Una actitud poca amorosa y muy separada de la realidad. De ese encuentro con mi páncreas aprendí que cuando el cuerpo tiene un problema siempre son varios factores que entran en juego y por eso ahora siempre trato de abarcar todos los niveles involucrados.
La buena noticia de todo esto fue que después de unos dos meses de sesiones intensas con el Samaya, dando le mucho amor y energía a mi páncreas, pasando por varias capas de integración emocional y a su vez haciendo un tratamiento de desintoxicación, mi doctora quedó perpleja cuando me dijo que la insuficiencia incurable de mi páncreas ya no existía, que mi páncreas ya funcionaba un cien por ciento. ¡Que júbilo cuando tiré mi última caja de enzimas carísimas a la basura!
Comments
Una respuesta a «Un Encuentro Curativo»
[…] Hacia una Vida Plena Herramientas, Mapas y Alimentos para el Alma « Un encuentro curativo […]